¿Puedes pensar en una experiencia reciente en la que un malentendido o una falla de comunicación provocaron emociones acaloradas entre tú y otra persona? ¿Cómo abordaron ese conflicto? ¿Crees que se resolvió correctamente?

Hoy, en Maná del Lunes, presentamos: HACER LA PAZ FRENTE A LA HOSTILIDAD, una reflexión de Rick Boxx.

Hace poco recibí una llamada de un ex colega de trabajo de quien no había oído hablar en años. Rápidamente se lanzó contra mí totalmente enojado a causa de un correo electrónico que yo había escrito a otras personas y que recibió cuando alguien lo reenvió. Él malinterpretó los hechos que había presentado en el correo electrónico, lo que provocó enojo y frustración por ambas partes cuando me confrontó.

Aunque sentí que el arrebato emocional de este hombre era injustificado y fuera de lugar, sabía que compartíamos la misma fe en Jesucristo. Por lo tanto, como él es mi hermano en la fe, necesitaba aclarar las cosas y buscar resolver el conflicto. El hecho de que no hubiera hecho nada malo, no me llevó a estar a la defensiva. Me propuse, más bien, expresar mi versión de la situación, explicando cómo se había malinterpretado lo que había escrito en el correo electrónico. Después de discutir la falla de comunicación y de intercambiar disculpas, él y yo pudimos hacer las paces y quedar en términos amistosos.

Este incidente permaneció en mi mente por un tiempo mientras me preguntaba cómo se podría haber evitado el problema antes de que comenzara. Como todos somos individuos imperfectos, inevitablemente surgen conflictos no deseados por mucho que intentemos evitarlos. Más tarde, sentí que Dios me recordaba momentos de mi niñez en los que mi hermano y yo peleábamos, a menudo por asuntos de poca importancia. También recordé cómo nuestra madre sabiamente insistía en que nos disculpáramos y nos diéramos la mano para restablecer nuestra relación.

Al estudiar la Biblia y su sabiduría para los negocios, descubrí que uno de sus temas centrales son las relaciones: nuestra relación con Dios y las relaciones que tenemos con otras personas, ya sea en el trabajo, en nuestros hogares o donde sea que estemos a lo largo de un día. Éstos son algunos de los principios que las Escrituras proporcionan sobre cómo manejar los conflictos:

  1. El perdón no es opcional. Nuestra tendencia es pensar que, si la persona que nos ha hecho daño busca nuestro perdón, podríamos dárselo de mala gana. Y, de nuevo, es posible que no lo hagamos. Pero ese no es el estándar que Jesucristo estableció para sus seguidores. Él dijo: «Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco su Padre los perdonará a ustedes» [Mateo 6:15 NTV].
  2. Las disputas deben resolverse rápidamente. Si no se resuelven rápidamente, los conflictos pueden agravarse y convertirse en problemas mayores. En otras palabras, convertir el proverbial grano de arena en una montaña imponente. Puede que no sea posible abordar los problemas de inmediato, pero no sirve de nada evitar resolverlos y buscar una solución lo antes posible. «Además, “no pequen al dejar que el enojo los controle”. No permitan que el sol se ponga mientras siguen enojados» [Efesios 4:26 NTV].
  3. El orgullo puede ser un gran obstáculo para resolver un conflicto. Una buena regla que seguir es que la relación es más importante que determinar quién tiene razón y quién no. Tener la humildad de trabajar por el perdón y la reconciliación es un remedio eficaz contra el orgullo. «Un amigo ofendido es más difícil de recuperar que una ciudad fortificada. Las disputas separan a los amigos como un portón cerrado con rejas» [Proverbios 18:19 NTV].

Una persona sabia hizo una vez la siguiente observación: «No podemos evitar que los pájaros vuelen sobre nuestra cabeza, pero sí podemos evitar que construyan un nido en nuestro cabello». En los negocios, la falta de comunicación puede causar sentimientos dañados, pero la voluntad de ofrecer y buscar el perdón puede traer sanidad.